El niño con sobrepeso, pautas para padres

Doctora en psicología. Especialista en Psicología Clínica.
En los primeros años de vida de un niño, una de las preocupaciones más frecuentes de los padres es su alimentación, sobre todo cuando se trata de su primer hijo. Aunque lo más habitual es que el niño no coma, la preocupación por el problema contrario, el que el niño coma mucho, está creciendo de forma rápida. Este hecho tiene su importancia si tenemos en cuenta que el sobrepeso y la obesidad infantil cuando se establecen, pueden ser problemas que persistan en la vida adulta, conduciendo no sólo con un mayor riesgo de enfermedades sino también con numerosas consecuencias psicosociales que empiezan a tener especial visibilidad y relevancia cuando los niños empiezan la adolescencia (ansiedad, depresión, rechazo social, trastornos de la alimentación, etc.).
Durante los primeros años de vida del niño la familia es el grupo social fundamental donde aprenderá las pautas de consumo de los alimentos. Los padres, por tanto, son los agentes sociales más importantes en la prevención del sobrepeso durante la infancia. Sin embargo, un dato curioso acerca del problema del sobrepeso es el hecho de que este problema no suele ser detectado por los padres, algo que sí ocurre siempre con el problema contrario (cuando en niño no come o come mal). Cuando el pediatra alerta acerca de que el niño está en un peso por encima de la normalidad y que hay que empezar a controlar ese aumento, la apreciación suele recibirse con desconcierto, e incluso puede ser puesto en duda parte de padres, abuelos, amigos, etc., y lo cierto es que es necesario que el núcleo familiar acepte el hecho y que esté coordinado con los profesionales sanitarios para cualquier acción que haya que llevar a cabo, tanto para prevenir como para tratar.
Las siguientes pautas tratan de dar respuesta de forma sencilla a las dudas más frecuentes de los padres, aportando recomendaciones psicoeducativas y de estilo de vida que han mostrado ser de gran ayuda en el proceso de solución de este problema de salud.
¿Cómo saber si mi hijo tiene sobrepeso?
La evidencia indica que entre el 32,1% y el 87,5% de los padres de niños con sobrepeso u obesidad no perciben esta situación, y sus hijos tienen 4,5 veces más probabilidades de continuar con problemas de exceso de peso en la vida adulta, en comparación con los hijos de los padres que sí perciben el problema. Por tanto, es importante reconocer el problema.
Para estudios en adultos se utiliza el Índice de Masa Corporal (IMC) (que es el resultado de dividir el peso en kilogramos por la altura en metros cuadrados), y los puntos de corte de Garrow-Webster (1985) que establecen 25 y 30 Kg/m2 como los límites inferiores del sobrepeso y la obesidad respectivamente. En el caso de los niños la valoración es más complicada porque el exceso de adiposidad se añade a los cambios en los depósitos de grasa propios del crecimiento del niño. Es necesario establecer cuál es la cantidad de grasa corporal propia de cada edad y sexo para después determinar los puntos de corte que identifiquen los casos de obesidad con la mayor precisión posible. Para ello, los médicos que supervisan el desarrollo del niño suelen utilizar el manual de Curvas y Tablas de Crecimiento de la Fundación Orbegozo, donde aparecen las tablas con los percentiles de IMC en función de la edad y el sexo. En general se considera:
- Peso por debajo de lo normal: IMC inferior al centil 5
- Peso normal: IMC entre los centiles 5 y 85
- Sobrepeso: IMC entre los centiles 85 y 95
- Obesidad: IMC superior al centil 95
El percentil indica cuál es el porcentaje de niños de esa edad que está por debajo del valor asignado a un niño concreto. Por ejemplo, si Sofía tiene 5 años y su peso está en un percentil 86, este dato indica que el peso de Sofía está por encima del 36% de los niños de su edad. Es decir, el 86% de los niños de la edad de Sofía tienen un peso menor que el de Sofía. Si el peso de Sofía estuviese en un percentil 55, este dato indicaría que su peso está en la media de su grupo de comparación, es decir, que el 55% de los niños tienen un peso por debajo del de Sofía y un 45% de los niños de su edad por encima.
Es importante tener claro que el IMC no es una medida directa de la grasa corporal y a veces puede llevar a confusión. Por ejemplo, un niño con más musculatura puede tener un IMC alto, pero no tener un exceso de grasa y, por tanto, no debe ser puesto a dieta. Este es el motivo por el que debe ser el médico tratante quien establezca si realmente el niño es un caso de sobrepeso u obesidad y debe reducirse la cantidad de grasa corporal.
Causas del sobrepeso de los niños
El exceso de peso en la infancia es un problema que obedece a una compleja interacción entre variables biológicas, psicológicas y sociales. A veces, una ganancia excesiva de peso puede estar provocada por problemas endocrinos, síndromes genéticos o la toma de algunas medicaciones, pero también es necesario tener en cuenta que tanto los genes como los hábitos se transmiten de padres a hijos y que, por tanto, es posible que varios miembros de la misma familia tengan problemas de sobrepeso, no solo porque compartan factores de carácter biológico, sino porque tengan hábitos alimentarios similares, semejantes niveles de actividad física y actitudes análogas ante el sobrepeso.
El poco tiempo del que muchas familias disponen en la actualidad para las tareas de crianza, entre las que está la alimentación, hace que muchas veces se ofrezcan a los más jóvenes soluciones de alimentación rápidas y muy apetecibles. De hecho, cada vez más, el pan, el arroz, el pescado, las legumbres, la fruta y la verdura están siendo sustituidos por dulces, grasas, refrescos, pizzas, golosinas y un exceso de alimentos procesados. Además es más frecuente de lo que debería el hecho de que los niños salgan de casa sin haber desayunado (uno de los comportamientos más asociados a la obesidad), llevando o comprando camino de la escuela algún bollo industrial (con un alto contenido en grasas saturadas). En muchos casos, este comportamiento suele ser consecuencia de no levantarse con tiempo suficiente para tomar el desayuno, y, a su vez, no levantarse con tiempo es el resultado de no dormir los suficiente.
Además, la vida de los niños es cada vez menos activa. Los niños han perdido la calle como lugar de juegos, pues pueblos y ciudades ya no son lugares seguros para las actividades al aire libre (correr, ir en bici, saltar, etc). Pero también las preferencias de los más pequeños han cambiado sustancialmente, y la televisión, los videojuegos, la Tablet o el ordenador, son preferidos a cualquier actividad que implique movimiento.
La American Academy of Pediatrics (AAP) (Academia Americana de Pediatría), uno de los organismos internacionales que marca las recomendaciones de un crecimiento saludable, recomienda limitar el tiempo de ocio que los niños (de más de dos años) pasan delante de pantallas a no más de una o, como mucho, dos horas diarias. Asimismo, la AAP desaconseja que niños menores de dos años vean la televisión o jueguen con dispositivos electrónicos.
¿Cuándo hay que mejorar la conducta alimentara a un niño?
Ayudar a un niño con sobrepeso requiere una intervención que es diferente a cómo se ayuda a un adulto con el mismo problema. En el caso del adulto el objetivo es motivar y conseguir el cambio de hábitos en el afectado para perder peso, pero en el caso de los niños el objetivo es conseguir que la familia cambie rutinas de vida. Además, el objetivo del tratamiento de la obesidad es la ganancia en salud, teniendo en cuenta que esta etapa de la vida coincide con el crecimiento y, si se consigue simplemente estabilizar el peso, su aumento de altura irá corrigiendo progresivamente el exceso de peso.
La implicación de toda la familia es fundamental. Los niños pequeños se identifican con sus padres, mucho más cuanto más pequeños son, y son sus modelos de vida, por tanto, también lo son de alimentación. Las indicaciones de los padres sólo serán útiles si van acompañadas de un comportamiento en el mismo sentido. Cuando el comportamiento de los adultos no es coherente con sus indicaciones, los niños se quedan con lo que ven, no con lo que se les dice. Por otra parte, algo que no es razonable que haya diferencias sustanciales en la dieta de los hermanos; si uno de los hijos tiene un problema hay que ayudarlo, además, la estrategia será cambiar las rutinas de la vida diaria por otras más saludables, sabiendo que lo que es bueno para uno de los hijos será bueno para el resto.
La manera de ayudar a un niño con sobrepeso es preparar una dieta para toda la familia en aquellas comidas que se hagan conjuntamente, y planificar de forma adecuada las comidas que se hacen individualmente (media mañana y la merienda). La parte de la dieta que sea conjunta con el resto de la familia tendrá que ser pactada con el niño y la familia, y las comidas que realice de forma individual serán negociadas con el niño, cediendo en algún punto para que tenga algún incentivo y ayude a su motivación.
También es relevante programar horas semanales (preferentemente a diario) de actividad física, pero no obligando en exceso al niño por pequeño que éste sea. Si cada vez que el niño tiene que moverse coge un berrinche, lo cierto es que empezará a asociar la actividad física con un disgusto, y eso será algo que impida el asentamiento a futuro de los buenos hábitos. No es ni recomendable ni efectivo imponer al niño una serie de medidas sin contar con él, y mucho menos si otros miembros de la familia siguen con hábitos que a él no se le permiten. Es importante, ir haciendo cambios graduales que vayan siendo fáciles y agradables para él, y también ser conscientes de que, en muchas ocasiones, los padres son el espejo de los niños, y de ahí la importancia de dar ejemplo.
¿En qué consiste la alimentación saludable de un niño?
Una alimentación saludable es aquella que permite cubrir las necesidades nutricionales y de desarrollo del niño. Es una alimentación variada y equilibrada, formada por todos los macronutrientes necesarios (proteínas, hidratos de carbono y grasas) y micronutrientes (vitaminas y sales minerales), procedentes de alimentos no procesados o lo menos procesados posible. Una buena forma de saber si una comida es saludable y equilibrada es utilizar el llamado “Plato Harvard”. El “Plato Harvard” es una sencilla guía elaborada por la Escuela de Medicina T.H. Chan de la Universidad de Harvard (USA) para hacer más fácil la preparación de comidas equilibradas; consiste en la distribución de alimentos en un plato según las siguientes indicaciones:
- 25% proteínas de calidad (carnes bajas en grasas, pescado, legumbres). Las proteínas tienen la función, entre otras, de formar los músculos.
- 25% carbohidratos (cereales integrales, arroz, pasta, patatas, legumbres). Los carbohidratos (también llamados azúcares) aportan la energía para que el organismo funcione y pueda realizar las actividades que le pedimos.
- 30-40% verduras variadas, que aportan vitaminas, minerales y fibra.
- 10-20% fruta, que aportan también vitaminas, minerales y fibra, además de una buena dosis de carbohidratos.
Aunque cada niño puede tener necesidades nutricionales y calóricas diferentes, las pautas generales de alimentación saludables suelen ser las siguientes:
- Intente que su niño consuma un mínimo de 5 raciones al día de frutas y verduras, y que, al menos 3 sean de hortalizas, y 2 de frutas. El zumo de frutas no debe ser sustituto de la fruta entera. Tenga cuidado con la cantidad de zumo fruta natural que consume su hijo, pues, aunque proceda de fruta natural, un zumo de fruta contiene una gran cantidad de azucares que pasan de forma rápida a la sangre, pudiendo contribuir al sobrepeso de su niño. El agua debería ser la fuente de hidratación principal y preferentemente única.
- Aunque no suelen ser del agrado de los niños, hay verduras y frutas que son especialmente recomendables por sus beneficios para la salud. Por ejemplo, las coles o los rábanos, las verduras de hoja verde oscura (espinacas, acelgas, etc.), los cítricos y los frutos rojos están dentro del grupo de los alimentos más aconsejables. Podemos introducir algunos de estos alimentos en la dieta, aunque sea en pequeñas cantidades, o mezcladas con otros alimentos para enmascarar su sabor.
- Es importante moderar el consumo de patatas y otros tubérculos ya que tienen una elevada cantidad de azúcares de digestión rápida y no cuentan como hortalizas (son hidratos de carbono). Una ración (150-200 g.) es una patata grande o dos pequeñas.
- El consumo de cereales debe estar entre 3 y 6 raciones al día (más si el niño lleva una vida muy activa y no más de 4 raciones si se necesita reducir el consumo de calorías). Ejemplos de una ración de cereales son: 40-60 g. de pan, 60-80 g. de pasta o arroz sin cocer. Intente que los cereales sean de grano entero como el arroz, el pan o la pasta integrales ya que saciarán más al niño y le aportarán más micronutrientes.
- Las legumbres son un elemento fundamental de la dieta mediterránea y son una fuente importante de proteínas. Si el niño no está acostumbrado aumente poco a poco su consumo para que sean bien toleradas y aceptadas. Una ración son 50-60 g. sin cocer o unos 170 g. ya preparadas.
- Hay que intentar que al menos 3 raciones de proteína a la semana sean de pescado.
- La leche de vaca debe ser también un alimento frecuente dentro de la dieta de un niño sano. Se recomienda el consumo de 2-3 raciones diarias de leche y lácteos a partir de los 12 meses de edad. La leche entera es la menos procesada pero cuando los niños presentan sobrepeso puede ser preferible elegir leche de vaca semidesnatada (incluso desnatada), pero esta decisión debe hacerse bajo supervisión del pediatra.
- Elimine o reduzca todo lo que pueda el consumo de “comida basura” que contiene sal, azúcar y grasas saturadas adicionales, como galletas, pasteles, helados, chuces, patatas fritas industriales y comida rápida.
- El consumo de grasa debe ser bajo y de buena calidad, por ejemplo, una cucharada de aceite de oliva en una tostada o en la ensalada, un poco de aguacate untado en una tostada, etc.
¿Se puede hacer algo para cambiar los gustos de alimentación de un niño?
El gusto y las apetencias por los alimentos se educan desde pequeños, y poco a poco. Por tanto, no hay que desanimarse, pero sí saber que será un proceso gradual que llevará un tiempo. Además, hay niños que son menos curiosos y mucho más restrictivos en su acercamiento a los alimentos nuevos, pero con un poco de paciencia y estrategia puede conseguirse. Estas son algunas sugerencias sobre cómo introducir nuevos alimentos:
- Presente sólo un alimento nuevo al tiempo, en una pequeña cantidad, y sírvalo acompañado de otros alimentos del gusto del niño. No hay nada más desmotivador que ver un plato lleno de un alimento nuevo nada apetecible.
- Anime al niño a probar el alimento, pero no lo obligue, ni forcejee, ni discuta con él, para que coma. En muchos casos los niños terminan asociando determinados alimentos a discusiones y malestar emocional.
- Si no acepta el alimento no se irrite y pruebe unos días más tarde. Al principio puede costar más, a medida que se acostumbran a probar los niños aceptan mejor los nuevos alimentos.
- Convierta la comida y la preparación de la comida en un momento agradable. A los niños les gusta explorar y, cuanto más sepan sobre alimentación y cómo cocinar, más disfrutarán con la comida.
- Si su niño lo ve a usted disfrutar con la comida, con nuevos alimentos, le resultará más fácil probarlos. No olvide que es su modelo de conducta; lo que quiera que el niño haga, hágalo usted, y lo que no quiera que haga, no lo haga usted.
- Implique al niño en la preparación de los alimentos y en la compra. Por ejemplo, llévelo al supermercado y vaya dándole nombres de alimentos a ver si los localiza, o apúntese con su niño a un curso de cocina para niños; ver a otros niños seguramente le animará a probar otros alimentos, y a usted le ofrecerán ideas ricas y saludables para él.
Además, le servirán estas pautas generales en relación con la alimentación:
- Anime a su niño a comer solo cuando tenga hambre y a detenerse cuando esté lleno, en lugar de pedirle que termine lo que tienen en el plato.
- Para lograr que su niño discrimine bien la sensación de saciedad debe comer de forma lenta y masticar bien los alimentos.
- No almacene en casa alimentos cuyo consumo debe ser ocasional (helados, chuches, chocolates, tartas, cremas de cacao, refrescos, etc.) si el niño sabe que están allí insistirá y, casi con seguridad, cederemos más veces de las que deberíamos.
- No utilice la comida como castigo (por ejemplo, la verdura no puede ser un castigo, y tampoco debe dejarse a un niño sin cenar) ni como refuerzo (por ejemplo, si el niño se ha portado bien no le daremos galletas de chocolate).
- Evite que el niño coma si está aburrido; no saber qué hacer no es motivo para comer.
- Desayune con su hijo para que adquiera este hábito. Un vaso de leche, una pieza de fruta (o media) y una tostada de pan integral, es un buen desayuno.
- Tenga unos horarios regulares y razonables, el niño debe tener hambre a la hora de comer, pero no estar tan hambriento que coma con ansiedad. Hable con su niño durante la comida, coméntele cosas agradables, y no ponga la TV.
¿Cómo hacer que un niño tenga más actividad física?
Las recomendaciones actuales de los principales organismos internacionales dedicados a la salud infantil establecen que los niños de más de dos años deben hacer un mínimo de 180 minutos de actividad física entre ligera, moderada y vigorosa la mayoría de los días de la semana y, a ser posible, todos los días. Ser físicamente activo todos los días es importante para el crecimiento y desarrollo saludable de los bebés, niños pequeños y niños en edad preescolar.
- Niños menores de 1 año
Los bebés deben estar activos durante una buena parte del día, todos los días, de diversas formas, incluido gatear. Si aún no gatean, hay que incitarles a estar físicamente activos alcanzando y agarrando, tirando y empujando, moviendo la cabeza, el cuerpo y las extremidades durante las rutinas diarias y durante el juego supervisado en el suelo.
- Niños pequeños de 1 a 2 años
Los niños pequeños deben estar físicamente activos todos los días durante al menos 180 minutos (3 horas). Mientras más, mejor. Esto debe distribuirse a lo largo del día, incluido jugar al aire libre.
Los 180 minutos pueden estar dedicados a actividades ligeras como ponerse de pie, moverse, rodar y jugar, o a actividades más enérgicas como brincar y correr. Juegos de parque o jardín como columpios, escalar, andar en bicicleta, jugar en el agua, juegos de persecución o de pelota, son buenas ideas para que los niños de esta edad se muevan.
- Preescolares: de 3 a 4 años
En estas edades los niños deberían también pasar al menos 180 minutos al día realizando una variedad de actividades físicas distribuidas a lo largo del día, incluido el juego activo y al aire libre. Al menos 1 hora debería estar dedicada a actividad física de intensidad moderada a vigorosa. Ver la televisión, jugar con dispositivos móviles, pasar mucho tiempo en el coche o autobús o estar atado a un cochecito durante mucho tiempo no es bueno para el desarrollo saludable de un niño.
Pautas para comunicarse con un niño con exceso de peso
La forma en que se hable con un niño sobre su sobrepeso puede afectar mucho a su actitud de mantener un peso saludable. Es imprescindible poner el foco de la atención en mantener un estilo de vida saludable, no tanto en el peso o en su imagen corporal.:
- No deben utilizarse calificativos como 'gordo', 'pesado' y 'obeso', sino frases como “estar por encima de su peso más saludable”.
- No deben hacerse comparaciones con compañeros o hermanos.
- En lugar de etiquetar alimentos o actividades como 'buenos' o 'malos', use palabras como 'saludable' y 'opciones más saludables'.
- Los adultos no deberían hacer comentarios sobre su propio peso o la forma de su cuerpo delante de los niños, pues estos los notarán y aprenderán a criticar también su su aspecto.
- No debe asociarse belleza a perder peso. No utilice frases como “si adelgazas estarás más guapo”.
- La insistencia debe estar en lograr un un estilo de vida sana, en lugar de establecer metas de pérdida de peso. Cuando se tiene un estilo de vida saludable el peso va regulándose. En cualquier caso, no debemos ser pesados con el tema.
- Las comidas con la familia no deben utilizarse para hablar del problema de alimentación del niño. Normalmente el resultado suele ser el conflicto, pero, además, suelen sentirse estigmatizados, o también la reiteración del tema puede conducir a que el niño se habitúe a la perorata, y así a minimizar las consecuencias de tener un exceso de peso.
- Oriente y supervise de una forma positiva al niño y hable de otros temas y mantenga un ambiente positivo durante las comidas.
Referencia: editorial Pirámide en su colección psicocuentos por Marta Isabel Ruiz. En proceso de edición.
Derechos de la imagen "El plato pata comer saludable para niños":Derechos de autor © 2015 Escuela de Salud Pública T.H. Chan de Harvard. Para más información sobre El Plato para Comer Saludable para Niños, por favor visite la Fuente de Nutrición, Departamento de Nutrición, Escuela de Salud Pública de Harvard, http://www.thenutritionsource.org.