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General   Fundación para la Diabetes

Dolor crónico y diabetes: la lucha de un paciente invisibilizado

En las últimas décadas, el bienestar emocional y la independencia del paciente han ganado un importante terreno en los debates existente en torno a la salud. La diabetes, como una de las patologías crónicas con más prevalencia a nivel mundial, no es ajena a este fenómeno. 

En este contexto, existe una complicación de la diabetes que tiene un fuerte impacto en la calidad de vida física y emocional de los pacientes, y de la que apenas se difunde información, ni a nivel mediático, ni de cara al paciente: la polineuropatía diabética dolorosa (PNDD). Se trata de una afectación del sistema nervioso, debido a los altos niveles de glucosa sostenidos en el tiempo, y que provoca dolor crónico en una de cada tres personas con diabetes.

A pesar de que los números ponen de relieve que es una complicación bastante común, lo cierto es que pocos saben que la diabetes puede derivar en dolor: el 64 % de las personas enfermas tienen poca o ninguna información sobre la PNDD y su relación con la diabetes, lo que dificulta enormemente su abordaje y tratamiento tempranos.

Para empezar, ¿cómo sabe una persona con diabetes que tiene PNDD? El principal síntoma de esta patología es el dolor (en forma de quemazón, calambres o incluso pinchazos), predominantemente en los pies, pero también en las palmas de las manos y las yemas de los dedos.

En cuanto a la afectación a la calidad de vida, depende de la evolución de la PNDD en cada persona. En los casos más avanzados, el dolor puede afectar a la vida diaria, impidiendo actividades tan básicas como caminar con normalidad. Además, el dolor durante las noches puede dificultar el descanso y es común que los pacientes con PNDD disminuyan su rendimiento laboral. Todo ello deriva en que hasta el 72 % de las personas afectadas por esta patología presenten síntomas de ansiedad o depresión.

Pero no todo son malas noticias, ni mucho menos. Los datos demuestran que siete de cada diez pacientes que reciben un tratamiento específico para la PNDD están satisfechos con el mismo, por lo que el abordaje temprano es imprescindible en la calidad de vida de estas personas. Además, unos hábitos de vida saludables, que incluyen una alimentación adecuada y una actividad física individualizada en cada paciente, pueden ayudar a prevenir o retrasar la aparición y evolución de la PNDD.


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