¿Hay diferencias en el cerebro de una persona con obesidad y otra con normopeso?
¿Hay diferencias en el cerebro de una persona con obesidad y otra con normopeso? Recientes investigaciones han puesto de manifiesto que la personas con obesidad presentan diferencias significativas en la estructura y función cerebral frente a las que tienen un peso saludable. Estas divergencias se observan en regiones claves del cerebro como el hipotálamo, pero también en procesos cognitivos. Y pueden influir tanto en la forma en que se regula el apetito, como en la dificultad para perder peso.
Las diferencias en la estructura y función cerebral entre personas que presentan obesidad y aquellas con normopeso han sido objeto de diversas investigaciones recientes. Uno de los más destacados se publicó en febrero en la revista Nature Metabolism. Este estudio ha sido desarrollado por el Centro Alemán para la Investigación de la Diabetes (DZD), el Instituto de Investigación Helmholtz de Múnich. También por el Hospital Universitario de Tubinga.
Este trabajo apunta a que la obesidad podría estar relacionada con una alteración en la regulación del balance energético a nivel cerebral. La causa podría hallarse en una alteración de la sensibilidad a la insulina en el cerebro, afectando al control del apetito. La insulina en el cerebro suele actuar reduciendo el apetito y regulando el metabolismo energético. Sin embargo, si el cerebro se vuelve resistente a esta señal, ese sistema se altera. Ello puede contribuir al desarrollo de obesidad y otras enfermedades metabólicas.
Para llegar a esta conclusión, los investigadores estudiaron a 29 hombres entre 19 y 27 años con un índice de masa corporal (IMC) entre 19 y 25 kg/m². Durante cinco días, 18 de ellos siguieron una dieta hipercalórica basada en alimentos ultraprocesados, ricos en grasas y azúcares. Es lo que conocemos como ‘comida basura’, con 1.500 kcal adicionales al día. Aunque no ganaron peso corporal, sí experimentaron un aumento significativo de grasa en el hígado.
Sensibilidad a la insulina en el cerebro
Más importante aún: su sensibilidad cerebral a la insulina disminuyó, especialmente en zonas relacionadas con el apetito y el comportamiento alimentario. Este grupo al que se le alteró la dieta, regresó a su dieta habitual durante una semana. Después se evaluó su sensibilidad a la insulina cerebral. Se llevó a cabo antes, inmediatamente después y una semana después de la intervención usando insulina intranasal (INI) combinada con imágenes por resonancia magnética funcional (fMRI).
Los datos demostraron que la sensibilidad a la insulina en el cerebro de los individuos a los que se les alteró la dieta disminuyó significativamente. Especialmente en regiones cerebrales implicadas en el control del apetito y el comportamiento alimentario.
Este efecto se mantuvo incluso una semana después de volver a una dieta normal, lo que sugiere que el daño no es inmediato ni fácilmente reversible. El estudio concluye que bastan muy pocos días de mala alimentación con productos altamente procesados para provocar cambios duraderos en el cerebro. Incluso antes de que se produzca un aumento de peso.
Diferencias estructurales en el cerebro
Por otro lado, un equipo de la Universidad Politécnica de Hong Kong también han demostrado que mantener un exceso de peso durante años puede afectar significativamente al cerebro. En un análisis de más de 15.000 adultos del biobanco UK Biobank, los investigadores observaron que las personas con obesidad prolongada o en aumento mostraron cambios en la estructura del cerebro y una disminución de habilidades cognitivas.
Publicado en Nature Mental Health, el trabajo identificó un menor grosor cortical, deterioro en la conectividad funcional y peores resultados en pruebas cognitivas. Las áreas afectadas incluían desde regiones fronto-mesolímbicas, relacionadas con el autocontrol y la recompensa, hasta áreas temporales y parietales asociadas a la memoria y a la percepción.
Los autores concluyeron que la obesidad sostenida en el tiempo puede acelerar el deterioro cerebral, mientras que perder peso podría tener un efecto protector y retrasar el envejecimiento cognitivo.