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Obesidad   Fundación para la Diabetes

Alimentación saludable, el mejor escudo frente a enfermedades como la diabetes tipo 2, la obesidad o la depresión

La literatura científica se actualiza constantemente con investigaciones que analizan el impacto de las dietas y los alimentos saludables en la prevención de dolencias tanto en la esfera física como en la mental

Cada año, las dietas poco saludables nos restan millones de años de vida, por no hablar de todas las muertes que provoca la mala nutrición; de hecho, en EEUU es la principal causa, tal como apunta el estudio de la Carga Global de Enfermedades (GBD), una iniciativa que mide anualmente la salud de las poblaciones mundiales y proporciona estimaciones de mortalidad. Nunca es demasiado tarde para adquirir hábitos más saludables como caminar, no fumar, dormir bien, introducir frutas y verduras en la dieta diaria… Todo ello puede reducir el riesgo de mortalidad en un 40% en los siguientes cuatro años y prevenir enfermedades cardiovasculares, ciertos tipos de cáncer, obesidad o diabetes, entre otras grandes afecciones. 

La obesidad es una enfermedad crónica, compleja y multifactorial, que se considera una pandemia debido a su alcance global y las millones de muertes que provoca. No se trata de una cuestión estética; la acumulación excesiva de grasa es perjudicial para la salud, aumenta el riesgo de más de 200 enfermedades, desde diabetes tipo 2, hipertensión y apnea del sueño, hasta depresión, problemas reproductivos y algunos tipos de cáncer. Pero también afecta a la autoestima, a la calidad de vida y al bienestar emocional.

egún datos de la Organización Mundial de la Salud, en 2022, 2.500 millones de adultos tenían sobrepeso (43%), de los cuales más de 890 millones eran obesos. El dato supone un aumento considerable con respecto a 1990, cuando el porcentaje era del 25%. Se trata de una problemática que afecta también a la población más joven ya que la prevalencia del sobrepeso (incluida la obesidad) entre los niños y adolescentes de 5 a 19 años ha aumentado drásticamente, pasando del 8% en 1990 al 20% en 2022. Los niños y niñas obesos tienen muchas probabilidades de ser adultos con obesidad y además corren un mayor riesgo de sufrir ENT en la edad adulta, por no mencionar las consecuencias psicosociales de sus iguales como la estigmatización, la discriminación y la intimidación. 

A nivel individual, las personas pueden reducir el riesgo de obesidad adoptando una serie de pautas como la alimentación saludable, la actividad física, limitar el tiempo que se pasa frente a las pantallas, reducir el consumo de bebidas endulzadas… Pese a eso, los patrones de alimentación y actividad física de las personas son en gran medida el resultado de condiciones sociales y ambientales que limitan ampliamente las decisiones personales. Tal como destaca Cristina Petratti, médica de familia y nutricionista, “comer no es solo una acción fisiológica, es también un acto social y emocional. No se trata solo de calorías o porciones. Importa el entorno, el ritmo, el vínculo. Comer despacio, en compañía, sin pantallas, reconectando con las señales internas, mejora la digestión, el metabolismo y la relación con la comida”.